Querida Elena,

A veces siento que soy Ícaro, volando demasiado cerca del sol de tu paciencia, sin medir las consecuencias de mis alas de cera. Y cuando me derrito por imprudente, eres tú quien recoge los pedazos que caen. Lamento con el alma cada herida, cada sombra que mi torpeza pueda haber proyectado sobre tu luz.

Soy demasiado cabezota, pero en ningúun momento quise dudar de tus habilidades en el latín. Eres la persona que más sabe de latín que conozco (con permiso de tu abuelo), y cada vez que hablamos de esto recuerdo cómo en Londres pudiste leer todo ese texto. Me quedé tan sorprendido, que doy gracias a Dios de tener a una novia como tú que sabe tanto de todo, y a la vez le maldigo por darte a un novio como yo que se pasa de listo todo el rato. Haces que las cosas difíciles parezcan fáciles.

He intentado estar un tiempo sin ti, pero se me ha hecho muy difícil. Obviamente podría estar tiempo sin hablarte, pero es el saber que estás enfadada que me corroe por dentro.

A veces no se puede hacer nada más que esperar, mas que volverte a pedir perdón de todas las maneras que sé, y estoy dispuesto a decírtelo 10000001 veces, con la constancia de Sísifo.


Con el mayor de los arrepentimientos y de los amores,
Jaime.

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